Powered By Blogger

domingo, 31 de octubre de 2010

La ligereza de lo que se va

Es inevitable que llegue el olvido cuando el tiempo vuela, la pregunta que debemos hacernos es si realmente queremos olvidar. Olvidar requiere esfuerzo, mucho trabajo, pero a veces el olvido llega casi por accidente y ya no duele, no necesitamos llevar tiritas en el bolso. Yo las prefiero de dibujos llamativos. Una vez tuve unas de caracoles y tortugas moradas, dos de los seres más lentos de la fauna. Nunca se despegaban, incluso sobrevivían a esas duchas interminables antes de ir a la cama, tenía que quitarlas antes de que se fundieran debajo del tobillo. Se podría decir que eran tiritas láser.
Es curioso indagar en los motivos que llevan a querer olvidar algo. El olvido es irreversible, es como vaciar la papelera de reciclaje. ¿Podemos configurarnos con tanta facilidad? ¿Es tan sencillo? Sólo dar un botón y problema resuelto. No, no es simple. Para olvidar hace falta borrar recuerdos, desparpadear los millones de parpadeos previos al parpadeo cero y reciclar latidos, pensamientos y borrar los pasos que nos condujeron al objeto de olvido en cuestión. Todos esos elementos se alzan en la pirámide de un punto de inflexión que responda a un origen completamente relativo y no está en nosotros definirlo.
A estas alturas del proceso acechan numerosas dudas diseñadas por la incertidumbre de no saber si hacemos lo correcto; estas dudas han nacido para testar nuestra capacidad de cohesión y coherencia con los hechos. Pero las emociones son impredecibles y cualquier arrebato de sentimentalismo puede dar al traste con este momento de madurez espontánea. Después de todo, la duda siempre intenta salirse con la suya y no parará hasta despertar un estado de confusión permanente. Ahí es cuando entran en juego la lógica y la fuerza de voluntad, el remedio ante cualquier "no sabe no contesta" y siempre exigimos lo mismo: tiempo.
Tiempo, una vez más, tiempo, siempre está en medio, como si fuera el gurú que tiene las respuestas para todo. Pues siento desilusionaros, el tiempo es sólo un reclamo publicitario para vender más tarjetas de san Valentin o más libros empalagosos que creen lograr el climax tan tracendental y barato que con suerte se transformará en película para las masas. A ser posible en Navidad. Capitalismo literario dominado por vampiros, seres místicos y héroes rebeldes que se niegan a encajar con los patrones de la rectitud. Nos vendemos tan fácil a cambio de autocompasión y conmoción colectiva cuando hace tiempo que el individuo deja de sumar. No existe una causa mayor que haya desembocado en todo este caos, ni existe esa gran respuesta para esa gran pregunta. Sólo estás tú frente a la inmensidad y el miedo a la nada.
Es inevitable que llegue el olvido cuando el tiempo vuela. La pregunta que debemos hacernos es ¿por qué queremos olvidar algo sin precedentes?