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lunes, 29 de agosto de 2011

Todas las canciones hablan de mí

Sí, somos así de egocéntricos; nos creemos el centro del universo, las películas tratan de nosotros, las series se basan en nuestras vidas y en sus anécdotas arbitrarias y las canciones son intervalos de tres minutos que describen a la perfección qué sentimos y cómo lo sentimos en cada momento. ¿Qué tendrá la música que no podemos evitar adueñarnos de ella? Arte con nombre y apellidos; pequeños trozos de genialidad que nacieron de un momento de lucidez, se arraigaron a una pluma que flotaba entre hojas en blanco y llegaron reptando hasta almas melómanas.
Llevo mucho tiempo esperando que alguien se atreva a proclamar que todo es falso, que el mundo no se para o retoma la marcha porque tengamos el corazón roto o porque lo tengamos tan grande que no nos quepa en el pecho, simplemente ese arte de tres minutos es extrapolable a otro ser humano porque a diferencia de las personas, las emociones sí son universales. En algún lugar del mundo Louis Armstrong compuso "It´s a wonderful world"; años después John Lennon y Paul McCartney se embarcaron en uno de los proyectos más importantes de la historia de la música, y de esa unión salió "Because" y "Wait" y "Across the universe" y tantas otras que necesitaría párrafos de verborrea musical para aficionados. Su música ha conseguido hacerse inmortal; nunca se irá. Mientras que nosotros nos iremos sin ella hacia un lugar aún sin determinar del todo. La nada, la eternidad...no me interesa entrar en debates existenciales.
Llevo mucho tiempo, más del que me gustaría admitir, esperando una tarde de domingo sentada a tu lado escuchando llover, tomando té, comiendo chocolate hipnotizadas en el sofá mientras suena Aretha Franklin o Aznavour. El tiempo se estanca en los cojines del sofá y de repente ese domingo se convierte en una eternidad de canciones que nunca nos olvidarán; ellas son nuestro código de acordes antes del baile; ni Woody Allen podría retratar a dos personas tan rotas detrás de dos ventanas. Dos espejos que mezclan reflejos hasta dar con la simetría.
Hoy pecaré de narcisista; me adueñaré de todas las canciones que me describen, no devolveré todas las películas que tratan de mí y miraré absorta todos los capítulos de las series que cuentan mis anécdotas arbitrarias porque hasta que se demuestre lo contrario yo soy el centro del universo y la melancolía que acompaña a esa sensación es indescriptible.