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domingo, 30 de agosto de 2009

¿Un mero estado?

¿Y si la soledad es una forma de vida y no un estado transitorio? ¿Y si las mariposas revolotean pero se acaban consumiendo en el estómago hasta apagar su luz? Siempre nos han dicho que existe una persona para cada persona, pero ¿quién garantiza que sea así? ¿Quién se cree con derecho para dar respuestas cuando la pregunta sigue en el aire? "Llegará cuando menos te lo esperes", "Hay más peces en el mar", "No te merece"...expresiones que ya forman parte del vademecum de los consejos absurdos y peligrosamente enervantes.
¿Y si la soledad es una forma de vida y no un estado transitorio? Cena para uno enfrente del televisor; noches de cotilleo barato, chocolate y autoconvicción: "estoy dónde quiero estar y como quiero estar. No necesito más." Es tan fácil no preocuparse, no pensar, no exigir si no te exigen, no dar si no recibes, no soñar si al cerrar los ojos no sonríes. Todo se estanca en este fascinante estado de apatía que se tranforma en un brebaje entrópico. Y ahora las fotos se desvanecen en las retinas, los recuerdos se vierten en urnas que quiebran el silencio y la gramola se ha detenido en las canciones equivocadas. Pista libre para la nostalgia. Rienda suelta a la frustración que tiende a estallar en la más absoluta oscuridad.
Si la soledad es una forma de vida y no un mero trámite, me han engañado. Si abri los ojos para mirar al vacío, si naci para no sentir, para no saber lo que es la perfección, entonces sali perdiendo en el cambio. Sólo hay una oportunidad, un único intento para hacerlo bien, no hay tiempo para pensar en las consecuencias. Los pros y cons ya no son la salida, simplemente el atajo hacia un camino más facil en teoría.
Seamos masoquistas y enfrentémonos a todos los obstáculos que nos invitan a huir si detrás de tanto contratiempo se esconde la respuesta.

viernes, 21 de agosto de 2009

Los porcentajes no cuadran

Esta entrada, la cual aún no me atrevo a calificar, va dedicada a la persona que me ayudó a impulsar esta reflexión en una tarde de bochorno salmantino a la sombra de edificios que desprenden ráfagas de aire acondicionado cada dos minutos. Para ti Maru.
Una reflexión sórdida me emparanoyó en estos días de exilio, en esos días en los que la banalidad es más suculenta de lo que nunca habría pensado. Todo empezó con una duda lógica de contabilidad, porcentaje más bien, y de repente mi infancia sufrió un duro golpe equiparable a cuando descubrí que los clásicos de Disney no eran tan inocentes como nos querían vender o que los niños no venían de París sino de otro lugar más raro y desconocido llamado Útero. Debía de estar realmente lejos porque tardaban nueve meses en llegar...
¿Quién no recuerda a esas criaturillas azules tan adorables que vivían en champiñones de madera y siempre lograban escapar de un gato tedioso y su dueño con esa voz desquiciante? Efectivamente, mi reflexión de hoy está dedicada a los Pitufos con papá pitufo al frente de este clan ambiguo. Y mi duda viene ahora: ¿Por qué tanto pitufo y sólo una pitufilla? ¿Cuál era el verdadero propósito del creador de la serie? ¿Explotación? ¿Persecución? ¿Poligamia? ¿Abstinencia? ¿O en verdad pretendía que la célebre Pitufina fuera la madre de las futuras generaciones pitufiles? Machismo y lascividad en estado puro. Una ama de casa de masas con demasiadas obligaciones y aparentemente pocos derechos.
Por otra parte, nunca tuve muy clara la relación que unía a todos los pitufillos, ni el sistema de reproducción por el que se regían, pero a menos que se tratase de conejos, veo bastante inviable que una criatura conciba tantas cabezas azules a corto plazo.
Son fascinantes las diferentes teorías que se me ocurren y todas las historias paralelas que podría narrar ahora mismo, pero me temo que todo perdería su encanto si me dejase embaucar por el morbo y la especulación. Por lo que prefiero omitir todo este asunto y respetar a estas dulces criaturas que cada año arrasan en las listas de ventas con sus increibles recopilatorios: "Los Pitufos maquineros: este año versiones de clásicos del pop ligero" (Oh my).

jueves, 13 de agosto de 2009

Rayos y centellas

Truenos y relámpagos y una tranquila tarde de jueves se convierte en una tarde shakespiriana con sus tragedias y comedias, su cócktail vertiginoso de destino certero, designios caprichosos, sed de venganza y frascos de veneno recién exprimido listo para consumir. Todo da vueltas; estoy naufragando hacia islas desiertas con el miedo inevitable a despeñarme y no sé si encontraré el camino de vuelta a casa, no sé si quiero volver a casa. Cae el agua como si no costase, cae tan fuerte que erosiona el aire; yo quiero formar parte de ese aire, sentir cómo me fundo entre la lluvia, coger mi libro de conjuros y otras cosas extrañas y leerlos en voz alta en medio de un círculo improvisado hecho con piedras en medio del campo.
Sí, definitivamente es una buena tarde para disfrutar de la excentricidad, para pensar más de la cuenta e idear estratagemas, fantasear con la delicada Portia y sus tres cofres o impedir que Romeo beba ese veneno. Faltó tan poquito para que se encontraran...Cualquier cosa para demostrar que no soy una causa perdida, un alma descarrilada que siempre debe salir por la puerta de atrás. No obstante, el estruendo de los truenos me devuelve a la realidad y el eco me recuerda al oido que nací para escribir historias no para vivirlas, me repite que debo permanecer inmóvil, en silencio porque hablar siempre hace daño y medir las palabras es un arte místico que tan sólo unos pocos privilegiados dominan y yo no me encuentro entre ellos.
Se acerca el punto álgido, el cúlmen de la paranoia y no puedo escapar de la tempestad, el frasco de veneno encima de mi mesilla es muy tentador y la soledad se ha convertido en un hábito. El tiempo parpadea tan despacio que se pierde muchas cosas. Se ha perdido tantas cosas que el balance, como siempre, sale negativo pero la rutina y el ocio forzado lo hace más fácil tras el susto inicial.
Y ahora que la tormenta parece amainar, mi sentido común me da un toque de atención para que deje de divagar. Sólo necesitaba un subidón de dramatismo y azar caprichoso para saber quién soy y dónde me encuentro. Dejo atrás acantilados y criaturas maquiavélicas para centrarme en recuperar mi anormal normalidad.
Ser o no ser no es la cuestión, la cuestión, amigos míos, es querer ser.

miércoles, 12 de agosto de 2009

¿Dónde ir?

¿Dónde vamos cuando necesitamos escapar, cuando el aire es tan denso que nos asfixia con tan sólo intentar ponernos en pie? ¿Cuál es ese rinconcito del mundo, de nuestro pequeño mundo, que nunca enseñamos a nadie, que mantenemos escondido por miedo a profanar su sacracidad? Ese lugar casi unidimensional donde nos retiramos a soñar cuando el miedo se vuelve intenso, ese lugar que nos acoge cuando el horizonte amenaza tormenta. ¿Dónde vamos? ¿Qué hacemos cuando no estamos listos para hablar?
Dime tu lugar, dime tu secreto para aguantar, dime dónde te ocultas cuando todo parece moverse a cámara lenta. Enséñame dónde el tiempo y el espacio dejan de compartir dimensión y sólo tú eres capaz de manipularlos con un arte casi innato.
Yo solía tener mi lugar, un lugar donde el sol daba tan fuerte que me quemaba a franjas; "Langosta humana" me llamaban. Allí me escondía de todo, atesoraba mis pensamientos psicótico-obsesivos que únicamente un masoquista empedernido podría disfrutar. Allí he leido, he conocido a poetas de dudosa vocación, he escrito, perdón, he creido escribir, he visto, he entendido todo al revés sin saber que era la mejor forma de entenderlo todo. Allí me resigné a perder para volver a creer que los monstruos del armario sólo existen cuando los llamo.
Ahora necesito ese rincón, me llama tan fuerte como el canto de sirena a un marinero a punto de naufragar y aunque intento sustituirlo, no puedo engañarme, la soledad no sabe tan bien cerca de casa. Ahora necesito parar el tiempo e ignorar el deseo constante de querer volver a atrás. Ahora necesito no pensar, ni reflexionar, ni divagar, ni hablar, ni compartir, únicamente olvidar. No necesito discursos existenciales, ni el recurrido juego metafórico de suerte y destino. Sólo quiero escapar, ser cobarde, egoista; pensar, actuar y hablar sin filtro, sin esta dictadura gramatical que paraliza mis palabras, pero en este caso, la anarquía es imposible y es cuestión de tiempo que entre en razón.

domingo, 9 de agosto de 2009

Me gusta

Me gusta la lluvia cuando el otoño se acerca y todo huele a humedad, a pureza; el agua cae sobre mí y todo es distinto, todo es nuevo. Me gusta tumbarme en la cama mientras escucho música y cierro los ojos, y pienso en mis cosas, en lo distintas que podrían ser en cómo podrían haber sido y envidio a Paul McCartney porque yo nunca conseguiré escribir una canción tan bonita como "Yesterday" ni dedicar estribillos desgarradores al amor de mi vida. Me gusta ir al cine, tan a menudo como la cartelera lo permita yquedarme hasta el final, ver los créditos, saborear lo que he visto, asimilar la historia, quizá identificarme con alguno de los personajes y salir de la sala con el deseo de haberla visto en V.O.
Me gusta verter pensamientos sin sentido, soñar despierta, pasear en las noches de primavera mientras repaso mentalmente momentos, dudas, inquietudes y esperanzas. Me gusta ver atardecer y quedarme fija en esa linea sin fin que me ciega durante unos instantes. Me gusta mirar la luna llena, sentir cómo el tiempo se para, nada ni nadie importa, únicamente el silencio y la dudosa ventaja de ser efímera.
Me gusta escribir cuando no siento nada porque es cuando mejor distingo lo que importa realmente; me gusta escribir para alguien, un receptor anónimo que varía a mi anotojo, a veces eres tú, otras te oculto y te sustituyo para no malcriarte, necesito desintoxicar el corazón de tanto sentimentalismo. Me gusta estar con mi sobrina, jugar, abrazarla porque todo está lleno de primeras veces, y me sorprendo a mí misma sonriendo más a menudo de lo que habría imaginado.
Me gusta conducir de noche cuando todos duermen y perderme entre acordes y calles borrosas. Me gusta volver a casa tras semanas fuera porque a veces olvido cuánto necesito recordar. Me gusta estar con mi familia, mis amigos, escucharles, que me escuchen, compartir, llorar, reír, saber que forman parte de mí y yo de ellos. Me gusta viajar, leer, ir a conciertos, hacer el amago de cocinar, aporrear a Rosita, fingir que soy una estrella del rock, cantar a pesar de la amenaza de lluvia, hacer algo por placer no por obligación ni por miedo. Me gusta salir un sábado por la noche sin ideas preconcebidas, así la nada decepciona. Me gusta la Navidad, comprar regalos, dar con ese algo que sé hará ilusión, ver la cara de sorpresa al abrirlo. Me gusta toda la gama de Kinder y sigo pensando que no es justo que el verano limite tanto su venta. Me gusta esperar lo imposible con la ilusión de poder alcanzarlo algún día. Me gusta la primavera, su olor, su color, todo. Me gusta mi cumpleaños; para mí no es sólo un año más, sino un año lleno de recuerdos, un balance cronológico que todos deberíamos hacer. Me gusta conocer gente nueva que merezca la pena mantener en mi vida; que me enseñen y me ofrezcan otra perspectiva menos subjetiva.
Supongo que lo que quiero decir entre tanta confusión y párrafos repetitivos es que me gusta estar viva a pesar de las consecuencias.

Extrañas premoniciones



Antes de llegar

ya sabía que te irías

eras aire

polvo

nada.

Antes de entrar

ya cerrabas la puerta

fuerte

eco

olvido a tu paso.

Yo sólo podía esperar

contar segundos

los segundos justo antes de despegar

y salir volando hacia ninguna parte.

Es duro ver cómo tu cometa se aleja

sin control

sin dirección

sin intención de volver.

Antes de cerrar los ojos

ya intuía que al abrirlos

nada sería igual

fue tentador permanecer así para siempre

pero al fin y al cabo

las ensoñaciones

son sólo espuma cósmica

que se desvanecen con el temor de una soledad inminente.

Por eso,

justo por eso

antes de cogerte

tuve que caer.