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domingo, 21 de junio de 2009

El hombre que regresó de las profundidades

Os voy a contar la historia del primer hombre que cayó al abismo y consiguió volver ileso. Muchos son los que caen, los que se dejan arrastrar por el agujero negro y se zambullen en una espiral trepidante de días envueltos en mariposas en el estómago. Los vaivenes del viaje son impredecibles, nadie está exento ni destinado a adentrarse en las profundidades. Muchos son los que luchan racionalmente contra la intempestuosidad, los que naufragan hacia islas existenciales para zozobrar y colisionar con las olas de realidad que destrozan el navío en tan sólo dos empujones. Muchos son los que se atreven a desafiar al destino pero pocos son los que regresan ilesos. De entre esos privilegiados se encuentra Marcos. El más temerario de todos.
No sabía lo que ocurriría al saltar del acantilado, siempre tuvo vértigo, pero cerró los ojos, pensó en ella y entonces todo estaba claro. Era la decisión correcta. Asique, cogió carrerilla, aguantó la respiración y se introdujo en sus cambios de corriente, peleó contra las algas que le encadenaban al suelo y esquivó a los tiburones sedientos de sangre fresca. A pesar de las señales de aviso, se dejó seducir por el peligro, por la tentación de encadenarse a ella y latir juntos. Tenía un corazón tan grande que debía compartirlo, tenía un corazón tan puro que nunca se paró a pensar que podría contaminarse. Y entonces sucedió. La sirena consiguió atraerle a su red con promesas y canciones hipnóticas y él no pudo evitar flotar ante tanta perfección, pero la corriente cambió sin previo aviso y la sirena le escupió hacia la orilla guardando su corazón bajo llave en un cofre y apagando su luz con el agua de cocer langostas.
El sol prácticamente le quemó las retinas y entonces lo supo, supo lo que realmente había ocurrido. El tiempo le acompañó, le acunó en las noches más duras, aquellas en las que el mono era casi insoportable y el sudor le dañaba los ojos. Incluso llegó a pensar que moriría de tanto dolor si su vida monotemática continuaba girando entorno a esa maldita sirena. Entonces un día cogió su bañador, se hizo con todo el oxígeno que pudo encontrar y se sumergió de nuevo en las profundidades, no para verla, no para dar con ella, sino para recuperar lo que le habían robado y encontró la llave que abrió el cofre y se hizo con un alójeno que nunca dejaría de brillar. Así fue como nuestro héroe volvió a nacer y sacó su cabeza a la superficie, volvió reluciente y extraordinariamente a salvo con la firme promesa de nunca mirar atrás y el juramento de volver a sumergirse tantas veces como hiciesen falta hasta poder construir su cabaña de coral.

miércoles, 17 de junio de 2009

Héroes

Todos deberíamos ser héroes. Todos deberíamos recibir el reconocimiento justo por tener que soportar tantas gilipolleces. Sin lugar a dudas, deberíamos ser héroes, esos héroes capaces de arreglarlo todo, esos héroes dignos de respeto y admiración que dejan boquiabiertos a los civiles cuando funden una ventana con la vista. Deberíamos ser de ese tipo de héroes que necesitan un trajes de licra sugerente para vencer a los malos, héroes que cuando se hunden despegan más alto rompiendo techos y rascacielos a su paso, héroes tan incomprendidos y especiales que tienen la obligación de vivir en soledad para no causar problemas.
Pero yo conozco otro tipo de héroes, una especie rara con ganas de romper moldes; una especie con fecha de caducidad. Estos héroes no buscan medallas ni aplausos, no quieren entrar en un edificio en llamas y rescatar a ese bebé del cuarto piso que moriría sin su ayuda. No. Estos héroes sólo quieren sobrevivir el día a día de la mejor forma posible sin que falte una sonrisa siempre que sea posible. Estos héroes se alimentan de sueños y de planes en el aire trazados en cafés a media tarde y clavan su mirada en el horizonte para intentar adivinar a qué huele la noche, a qué sabe la felicidad. No obstante, esta noche todo es distinto, todo parece inmóvil y si cierro los ojos respiro el futuro, navego en el pasado y me atrinchero en el presente para no cambiar nada, pero retocarlo todo.
Bien, yo soy uno de esos héroes que espera hacerlo mejor, que aspira a algo distinto y se cree especial únicamente por desear serlo cuando en verdad yo sólo soy una de tantas otras que cree tener alguna oportunidad, que intuye un plan alejado del convencionalismo y los clichés más detestables instaurados en la sociedad. Yo soy de ese tipo de héroes que sueñan para no recordar, que cierran los ojos para no ver la realidad, pero enseguida los abre porque necesita descubirla. "Si no veo no siento, si no leo no podré saberlo, si no te pregunto no me lo dirás, si no conozco no tendré que decir adiós."
Ha llegado la hora de ponerme ese traje de licra sugerente, de leer mentes, saltar de edificios en llamas, romper muros, volar entre luces de neón, levantar camiones, resurgir de la nada cuando nadie se lo espera y ser admirada y aclamada por la multitud. Ha llegado la hora de vivir sin límites, de soñar no sólo por necesidad sino por derecho y cantar sin motivo aparente a pesar del peligro de romper algun que otro vaso. Porque hoy me he levantado hipnotizada por la icertidumbre y la he disfrutado, la he abrazado y he vislumbrado un poquito de esperanza. Por eso hoy echarte de menos no dolía, respirar sola no era un problema, preparar pasta para uno no escondía ningun tipo de simbolismo codificado y hoy por primera vez en mucho tiempo, ser yo ha sido más que suficiente. Eso es ser un héroe.

lunes, 15 de junio de 2009

Es lo que quiero hacer

Si me concentro, si de verdad me concentro en la hoja en blanco y apago la música que me intoxica con sus rimas nostálgicas que se acercan peligrosamente a mi realidad, si despejo mi mente y dejo de pensar en ti, entonces, sólo entonces seré capaz de ver quién soy sin todo el peso de lo demás, de saber por fin cómo se siente la libertad. Si rehuyo imágenes bucólicas que me tientan a soñar, si me escondo debajo de la sábana para no ver lo inevitable, quizá consiga engañar a la realidad y seguir jugando un ratito más en las sombras, en la distancia de la verdad, de una verdad que promete ser demoledora.
Si por fin cuento mi historia ¿seré capaz de créermela? ¿Tendré integridad suficiente para no omitir detalle por escabroso que sea? Me temo que no. ¿Qué tipo de persona quiere ser encasillada en palabras superfluas llenas de dramatismo? Es más divertido engañar, distraer, adaptarse a lo que todos quieren ver o a lo que les dejamos ver. ¿Qué escondo cuando enseño y qué muestro cuando oculto? Probablemente sólo consiga confundirme y he notado que me cuesta distinguir y dar con la solución adecuada, no la que necesito, sino la adecuada. No separo conceptos ni analizo ecuaciones, no resuelvo acertijos ni descifro códigos en otras claves más allá de la del silencio. He conseguido reducirme a lo básico, minimizarme en una ilusión coloreada cada día de un color distinto.
Si pudiese cerrar los ojos y abrirlos a un nuevo mundo. Hacer las maletas y escapar de todo lo que me asusta, romper con el equilibrio lógico de las cosas para desequilibrarlo todo ilógicamente hasta que caiga por su propio peso. Si pudiese recordar mañana lo que diré hoy con las mismas palabras que en su momento preparé, pero es inútil, todo quedará adulterado con el reposo de la oscurirdad. Contorsionistas fónicos que se moldearán a fuego lento en mi garganta hasta que me atreva a darles salida, hasta que te permita escucharlos. Mientras tanto, aqui tienes lo que podría traducirse como un intento patético y laberíntico de decir la verdad, de seducir esos ojos sedientos de sinceridad maquillada con testimonios que únicamente fingen ser verídicos, pero yo sé el trasfondo, conozco muchas formas de evasión para cubrirme las espaldas. Son muchos años de práctica.
Si dijese lo que realmente quiero decirte, lo que realmente debería decirte, todo esto habría sido completamente innecesario, y ahora mismo estaría bajo tu puerta temblando por los nervios a pesar del calor asfixiante con las manos en los bolsillos, la mirada fija en el suelo y la certeza de saber que me estoy volviendo a equivocar, pero ya no importa, es lo que quiero hacer.

martes, 9 de junio de 2009

La primera vez que me hice de goma

Es curioso el don que poseen algunas personas de trasmutarse, de rehacerse a base de otros materiales incompatibles a simple vista con el cuerpo humano para convertirse en elementos totalmente distintos. Yo también quería probarlo. No obstante, requiere un gran poder de concentración y fijación en el objetivo deseado, y en ocasiones, los sentimientos entorpecen el proceso de transformación. El cerebro se queda obnubilado con tanta confusión y mezcla realidades. Fue así como me hice de hierro.
Me acoracé con virutas de plomo minuciosamente erigidas a lo largo de todo el cuerpo a modo de jaula. Cada latido bombeaba la cantidad exacta de sangre imprescindible para seguir funcionando, nada de acelerarse, no había necesidad. Dejó de sentirte, ya no existías, ¿para qué recordarte entonces? Durante nueve meses me hice a la idea y tracé un plan, un plan magnífico, pero el plan falló estrepitosamente y fue así como me converti en cristal.
Estuve muchos años en la cuerda floja; todos esos días de funambulismo me pasaron factura y no tuve más remedio que vulnerabilizarme. Solía seleccionar lágrimas para derramarlas con cuentagotas, pero todo cambió cuando me hice de cristal. Empecé a expresarme a niveles estratosféricos, llegué a metaexpresarme, con la única finalidad de alabar la fragilidad que teji con sueños de esparto para demostrar así al mundo que tengo corazón y que sí lamento tu pérdida y mucho.
Sin embargo, me atrevi a ir más allá. Necesitaba otra forma, otra fórmula y fue entonces cuando me hice de goma. Dudé por un instante entre ser goma o plástico, pero entonces caí en la cuenta de que el plástico se deforma con el sol y todos sabemos que el plástico recalentado no sirve para nada. Entonces eligí la flexibilidad, ser dinámica, no importaba cuánto tirase o me estirase ya que sabía que recuperaría mi forma inicial y comencé a avanzar sin miedo, a pesar de la incertidumbre que rodea todo. Incluso llegaron a poner un globito en mi corazón para que latiese mejor. Todo iba según lo previsto, me encantaba ser de goma, pero la goma se partió y tuve que volver a ser cristal, pero esta vez con matices distintos; esta vez no me rompería, sólo involucioné para brillar y no estropear la vajilla.

lunes, 8 de junio de 2009

De tanto, tan poco

De tanto mirarte
se me desprendió una retina,
de tanto escucharte
perdi un oido en el intento de entenderte
y me fue imposible.
De tanto hundirme
aprendi a subir
a reflotar sin ayuda, ni manguitos
sólo inhalar y expirar, no necesitaba más.
De tanto soñarte
se me olvidó recordarte
se me pasaron por alto
todas esas cosas que se interponían
que rompían nuestro pacto
y sellé nuestro adiós
con un fugaz hasta pronto que se tornaría eterno.
De tanto volver
me perdi por el camino
porque habían arrancado los árboles
que antes me cobijaban
porque ya no se detiene el tiempo en sus hojas
porque ya no me lleva a casa
porque ya no me esperas en la otra punta
con rosas recién cortadas.

miércoles, 3 de junio de 2009

El parque: la burguesía de Toys ´R Us

El parque, ese cubículo rectangular, la creme de la creme de los niños comprendidos en las edades de 3 a 12 años. Todo está estratégicamente colocado: los bancos situados alrededor del rectángulo desde los cuales, padres/madres/abuelos divisan y controlan cada movimiento entre pipa y pipa, y en el centro de todo, el circo romano, una batalla de pelotas, coches y otros artefactos diseñados para dar siempre en la diana como no prestemos atención.
Como buen organismo social que se preste, el parque tiene sus estratosferas y las jerarquías están bien marcadas. Todo ello queda ejemplificado en los distintos tipos de niños, porque, oh, sí, existen distintos tipos de niños. En primer lugar, nos encontramos a los niños malos o little bullies, estos niños tienen la función importante de atormentar y abusar de otros niños, preferentemente de los más pequeños y débiles. A continuación, y muy de cerca, los niños egoistas o infantus posesivus, todo es suyo y no cederán su turno hasta que no sea estrictamente necesario. Existe otro tipo, uno muy peligroso, prácticamente indestructible, se trata de los niños con padres; estos niños gozan de vigilancia y protección asegurada en todo momento, cuando se cruzan dos niños con padres en el mismo parque, da comienzo una batalla campal brutal por hacerse con el dominio de los columpios, el terreno más codiciado. Los perdedores irán al tobogán. Por último, pero no por ello menos importante, tenemos dos ultimos tipos: los niños pacifistas, que no se meten con nadie, sólo quieren divertirse y se conforman con atrincherarse en el rincón que les dejen, y los niños demasiado grandes pero empecinados en salirse con la suya, a primera vista inofensivos, pero pueden volverse violentos si no caben en los columpios. Mucho cuidado con ellos, suelen empujar del tobogán al resto.
¿Cómo sobrevivir en el parque? Es importante no ser forastero, es decir, asistir con frecuencia a un mismo parque y forjar un circulo de amistades, conocidos, unos contactos que te introduzcan en el mundillo. Una vez dentro, es vital pasar desapercibido y tener siempre las mejores pelotas y un cargamento de chuches para recurrir al chantaje en situaciones extremas, incluso sobornos. No es facil abrirse camino, habrá días duros, fríos, lluviosos, esos días en los que está prohibido jugar para no ensuciarse la ropa de los domingos. Es en esos días, donde se demuestra el coraje y valentía para seguir adelante, el niño que se atreve a desobeder a su madre, a sabiendas de una colleja asegurada, ese niño es digno de pertenecer al clan del parque.
El parque, ese lugar para reconciliarnos con nuestro yo de 10 años que se empeña en querer salir , esa versión minimalista de alguien que en su día supo caerse sin llorar, aunque fuera alérgico a la mercromina y el alcohol escociese más, pero el dolor se olvidaba con un regaliz de fresa, la aspirina más eficaz.
Yo sobrevivi al parque y estoy aqui hoy para contarlo, si tú tambien lo lograste, enhorabuena y te animo a compartir tu experiencia.

martes, 2 de junio de 2009

Escapa antes de caer

Para contar esta historia debemos remontarnos a los comienzos, al origen de todos los delirios y sonetos desquiciados, a las responsables de ataques psicóticos y enloquecimientos dramatizados. Me refiero a las musas. ¿Cuántos poetas sucumbieron a la tentación de idealizar? ¿Cuántas almas encadenadas a ocultar la verdad se escudaron en pinceladas de creatividad prestada? Hoy mi musa me ha fallado; la he estado invocando, pero se fue pululando entre los olivos de los innuerables senderos que nos separan y nunca se le ocurre coger un atajo. Ni Meletea, ni Euterpe ni Erato ni mi querida Calíope. Ninguna responde.
Cuatro ninfas encerradas en una mente demasiado fugaz, pero todas supieron escapar, todas se encargaron de encontrar la salida a pesar de las súplicas. Sólo quedan poemas desordenados, restos de versos que intentaron formar parte de algo, de alguien, supongo, pero es difícil llenar una hoja en blanco con palabras que no son tuyas, ya que siempre se queda algo en el aire y la cobardía está muy de moda en estos nuevos tiempos de libertinaje.
Cuatro musas, podría ser un número al azar, pero seamos retorcidos y busquemos las cosquillas a todo; por algo el hombre se caracteriza por ser supersticioso y oscuro. Todos tenemos esa cara oculta que afianza nuestra imperfección estratégicamente diseñada para engañar, para mordernos la lengua hasta que penda de un hilo. Cuatro musas y ninguna ha sabido dar con el soneto que buscaba. Cuatro sueños, cuatro vidas totalmente distintas y si tuviera que elegir, no sabría con cuál quedarme, no al menos hasta después de unos minutos de reflexión rigorosa. Cuatro almas con sus cuatro cuerpos que esconden cuatro corazones tan grandes como puños y cada latido multitudinario se graba a pulso en el mío para recordarme que no laten por mí. Cada suspiro que exhalan va dirigido a alguien más, a alguien que las hace vibrar, a alguien que dibuja sus sonrisas en lienzos de eternidad y sólo puedo cederles el paso, porque en verdad no son mías, nunca lo fueron.
Cuatro épocas distintas de una misma vida, mi vida; cuatro puñales tan pesados como la misma Excalibur y ya ni la noche ayuda a olvidar. La ciudad se ha quedado pequeña para escapar, para esconderme de los cantos y melodías que en ocasiones entonan y me engatusan en su espiral y me encierran en su jaula de cofusión. He vuelto a caer. Una y otra vez, vuelvo a caer cada vez más alto.
Pero por la mañana, la ensoñación se disipa y me levanto con el sabor amargo de la soledad, mientras en mi cama escritos casi a oscuras, reposan los pensamientos que verti con la intención de olvidar.

lunes, 1 de junio de 2009

¿Qué te impide hacer lo correcto?

"Echaba de menos el sonido del timbre" le dijo la mujer de 71 años a su nieta mientras limpiaba el polvo de la puerta y no pudo evitar pensar que podría hacer más de lo que hasta ahora había hecho. De repente, se dio cuenta, lo vio claro y se sentía avergonzada por haber abandonado a esa mujer, esa misma mujer que preparaba el Cola Cao perfecto: con grumos, pero no demasiados, de esos que saben a leche.
¿Cómo había estado tan ciega? ¿Tanto habían cambiado las cosas? Pero si es ella, siempre ha estado ahí, esperándote. Nadie es perfecto y quizás no sea la mejor mujer del mundo, pero está ahí, y nunca había estado tan sola. Todo es diferente para ella. Ella se aferra a ese abrazo que recibe de cuando en cuando y lo atesora, te agarra bien fuerte porque sabe que te marcharás lejos durante mucho tiempo.
Todo está cronometrado y el peso del adiós cae grano a grano en ese reloj de arena que ahora es su vida y tú no lo ves porque sólo te preocupa el aqui y el ahora y pasas por alto esos pequeños detalles que te atormentarán después. "Podría hacerlo mejor, mucho mejor. Podría ser mejor persona. Podría quererte un poquito más."
De nuevo, es hora de despedirse y ella prácticamente te suplica que vuelvas a visitarla antes de irte, y tú, dubitativa, le prometes que lo intwntarás, pero andas liada. Dos versiones, dos mirillas que se oponen: la puerta se cierra tras su espalda y una bocanada de soledad la empuja contra la pared, mientras se acerca a la ventana con la esperanza de verte marchar, de ver cómo te das la vuelta para saludarla con la mano y le lanzas un beso, pero estás con el móvil y te esfumas sin más, ya llegas tarde.