Powered By Blogger

miércoles, 6 de junio de 2012

Reflexión de lo anónimo

Nunca he sido convencional, nunca he querido serlo. Todo parece tan aburrido cuando es fácil, cuando te lo ponen fácil. ¿Qué habrá sido de las cartas? ¿Por qué ya sólo recibo notificaciones, mensajes privados o incluso "Tweets"? Me gustaría volver a ilusionarme cuando el cartero llame dos veces y encontrar entre facturas y folletos de restaurantes chinos tu remite, sólo un sobre -y un abrecartas- que me separe de tu rutina y la nada de no saber de ti, o de nadie. Ahora sólo asocio noticias con una línea verde únicamente visible gracias a una conexión infalible y a la disponibilidad restringida propia de un horario caótico.
Me habría gustado grabar iniciales con compás en los bancos, o en algún árbol; todo parece más solemne si lleva marca, más duradero, pero nunca supe muy bien qué grabar ni me terminaba de quedar muy claro esa vertiente inofensiva de vandalismo. Marcar un árbol como si fuese una vaca por un arrebato de exaltación, por la convicción ilusa de que ese "tú" y "yo" remotos seguirán existiendo y habrán sobrevivido a los vaivenes de la adolescencia. No obstante, habría sido bonito, casi Nerudiano, inmortalizarnos en un trozo de madera que sellase un pacto sin determinar entre astillas y raíces centenarias. Es lo más parecido a un "para siempre" así a bote pronto.
Siempre se me ha dado muy bien pensar y repensar hasta sofreír las ideas y convertirlas en entrantes pasados. Me caramelicé huyendo de la gratinación que implica saltar al vació. Lo que no sabemos es que el vació te atrapa igualmente. Es puro morbo más que otra cosa, el impulso de cerrar los ojos y llegar a la conclusión de que quieres volver a escribir cartas, de que ahora mismo vas a bajar a esa papelería tan precaria de la plaza y vas a comprar un compás para grabar absurdidades (ya puestos, no olvides comprar tiritas por si alguna astilla se clava en el proceso). Me apetece romper muñecas, rajas vestidos y contar pestañas en rostros tuertos, así salen mejor las cuentas.

Te ofrezco tiempo, recuerdos y los silencios en los que planeo antes de que las ganas me viertan a un futuro que promete olvido.