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sábado, 28 de noviembre de 2009

Uno, dos, tres...

Esta es la consecuencia de ver películas de esas que hacen pensar a horas que obligan a pensar si seguimos despiertos.
¿Cuál es la delgada linea que separa realidad y fantasía? Esa linea unas veces tan permisiva y otras férrea como murallas de lanzas erigidas para darnos de bruces.¿Cómo saber cuándo mis ojos se cierran para despegar hacia mundos perdidos en paraisos de neón donde las nubes no flotan, apresan, y soy prisionera de ideas que encadenan, de palabras artificiales plasmadas en poemas minimalistas y su sonrisa no es mi sonrisa y sus destellos no son mi fuego, ni mis estrellas, ni mis ganas de comerme el mundo, mi mundo. Nuestro mundo.
Me he convertido en arquitecto de deseos, pero sólo consigo darles forma a base de hormigón armado y pintura acrílica que proclama romper tendencias y normas obsoletas; pero sin trazos innovadores o estructuras nunca vistas, porque lo que debería ser visible no llega a ojos de todos. He fabricado risas con arrugas de otros rostros y he esperado el momento justo para despertarte, para obligarte a dar ese portazo ensordecedor que me encerró en sueños grises. Duermo entre sábanas que engañan con olores que me transportan a respiraciones idealizadas, a corazones que no laten, no por mí al menos y mi cabeza no se atreve a ir más allá del horizonte mullido del edredón. Hace frío para caminar sin pijama y el pasillo es interminable hasta llegar al baño donde el espejo me espera para juzgarme y recordarme una vez más que no soy quien afirmo ser.
He conseguido quedarme afónica entre tanto silencio y la delgada linea onírica ha prometido volver a visitarme; nunca rompe su promesa. Le encanta jugar conmigo, borrarme del mapa, reinvertarme, cambiar idioma, amigos y cicatrices, víctimas y verdugos y me obliga a creer que todo tiene un fin aunque la oscuridad me obnubile. Entended mi reticencia a saltar si únicamente me espera vacío, una posibilidad entre un millón de tocar las nubes. Tocar las nubes en caida libre, eso es imposible. No, no es imposible si vuelco el cielo y el mundo gira a mi antojo, gravedad retrospectiva me gusta llamarla. Una fuerza que en lugar de obligarnos a caer nos fuerce a subir, a darnos contra el cielo hasta llenar nuestras cabezas con aire, con levedad. Mi duda es,¿explotaríamos o seguiríamos subiendo? ¿Si se inviertese el orden habría Luna, habría Sol, habría estrellas, habría infinito?
Quiero aprender a pensar marcha atrás, a pensar en cómo el futuro altera el pasado, como el presente pende de un hilo cuando el espacio temporal se vuelve caprichoso. Uno, dos, tres...ahora quiero dejar de imaginar, de recordar, de mezclar realidad con collages de recuerdos; todos son fragmentos de realidades ambiguas no aptas para perpetuar las normas del juego. Uno, dos, tres...ahora quiero entender por qué el tiempo magnifica, exagera todo de forma descomunal, y los años son ladrillos que nos entierran en nichos de ilusiones perdidas. Uno, dos, tres...
Ahora quiero empezar a encontrar respuestas.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿Cuánto deseamos caer?

Tropecé tantas veces que por fin aprendi a volar no sin antes descubrir que las alas son desechables. He sido la larva más rezagada de todos los capullos, pero mi ralentización es justificada: a veces necesitamos caer hondo, tan hondo como los pulmones aguanten, hasta que labios y piel se tiñan del azul blanquecino del hielo. Entonces, el corazón emite ondas magnéticas que nos atraen con una rapidez sobrenatural hacia la superficie y no queda más remedio que volver a empezar con la convicción de estar en lo cierto. Pero lo cierto es tan relativo que pierde todo su matiz entre tanta subjetividad.
Cierra los ojos, selecciona y elimina todo lo que no necesitas, lo que duele y resetea esta máquina imperfecta rellena de órganos y un esqueleto epiléptico que no puede evitar sacudirse cada vez que le rondas. Ha llegado el momento de reinvertarse, de prolongar lo inevitable con arrebatos de locura y la constante tentación de huir sin más. Contemos los segundos que caben en una sonrisa y los innumerables flashbacks que vendrán tras ella. Agarremos esos dedos idolatrados y dibujemos con ellos el camino hacia la salida del laberinto, de este sendero turbulento enquistado por tanta ambigüedad. Si el egoismo mueve el mundo, parémoslo en seco hasta que todo recobre su equilibrio y fijemos una fecha límite antes de que caduquen más almas sedientas de eternidad.
Siempre he circulado por el carril no preferente y he debido esperar pacientemente mi turno cuando mi coche era tan bueno o mejor que el resto. ¡Qué putada reducir de quinta a primera cuando todo lo que quiero hacer es ir más y más rápido. Mi error fue presuponer que la rapidez era imprescindible para llegar a mi destino, cuando en verdad, lo primordial era estar despejada y atenta a las curvas.
Ahora debo aprender a perder, no de cualquier manera, sino perder de la forma correcta, de la forma que nos obliga a enriquecernos a pesar de nuestros intentos de permanecer en el atraso del rencor. Debo perder para apreciar en su plenitud la satisfacción de ganar y descubrir realmente cuánto de lo que quiero se esconde detrás de esa victoria.¿Ha merecido la pena? ¿Era lo que necesitaba? No, mejor no ir por ahi, no cuando el inconformismo es la respuesta para todo y esa afirmación paradójicamente perfecta marcará el ritmo de la caida. La única pregunta que queda por formular es: ¿Cuánto deseamos caer?

martes, 17 de noviembre de 2009

Con la fuerza justa

Respiremos en grupos de cuatro para compartir momentos irrepetibles y comprobar que el aire es limitado cuando se exceden las inhalaciones reglamentarias. Ocho pulmones que medirán los intervalos de oxigenación en horas muertas de aburrimiento; cronómetros de vida que no pueden permitirse el lujo de retrasarse.
Latamos en packs indivisibles para formar pelotones de emergencia entrenados para lidiar con crisis existenciales y bajones que se convierten en pozos sin fondo. Cada latido marca el compás de soliloquios internos que seran modificados a la hora de hacerse públicos por miedo a ser juzgados con la misma ligereza con la que se idearon. Y la insensatez se paga.
Miremos las estrellas en telescopios gigantes con objetivos inmensos que nos recojan a todos en este infinito tan frío y sintamos la libertad desgarradora de pertenecer a la nada, al vacío de ser comunes en la más absoluta arbitrariedad. Porque venimos de horas de pasión, de errores inconscientes que se encarnaron en órganos y vísceras listas para reclamar su lugar en un mundo predeterminado por el afán de prescribir verdades sin tener en consideración el porcentaje de falacia escondido en cada verdad.
Existamos en masa, en multitudes desconocidas unidas por la incertidumbre que todos rehuyen y esquivemos miradas desafiantes y golpes que apuntan a matar. Retemos a las fuerzas que nos separan y a las leyes que nos imponen los valores erróneos. Respetemos la individualidad por haberla ganado, por haber comprendido todo el procesio previo que lleva hacia ella, no por creernos merecedores de ella únicamente por respirar. Todo es un ciclo que puede alterarse, hundirse y reflotar, pero nunca romperse. Seamos inteligentes y giremos con la fuerza justa para no marearnos.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Tesis de todos mis...¿fracasos?

¿Cómo se pasa de soñar la vida que tienes a tener la vida que sueñas? 25 horas me hicieron falta para convencerme y dar la cara a pesar de los peligors que me esperaban ahí fuera. Creci a pasos agigantados y ahora, sin embargo, parece que involuciono por momentos. La ingenuidad es tan suculenta cuando sobrevuelan tantos monstruos por las inmediaciones. El juego adquiere una nueva dimensión cuando tirar el dado acerca aún más a las mazmorras y los comodines dejaron de ser acumulables. Ya no es divertido. Me niego a creer que me encuentro en otro nivel, en uno superior que me conduce vertiginosamente hacia más preguntas, hacia dudas que se disipan con más dudas y nunca obtengo respuestas.
Y la realidad es ésta, a mis 23 años aún sigo sin tenerlo claro y la palabra "tesis" retumba en mi cabeza cada vez más a menudo. Problema, hipótesis, metodología, corpus y conclusiones que aún no sé por dónde cogerlas. Es inevitable cuestionarlo todo. ¿Debería trabajar más? ¿He escogido bien? ¿Todo esto me lleva a algún sitio?Prefiero no pensar en las respuestas, no por ahora, no justo cuando empiezo a ilusionarme. Cuento con apoyo, tengo amigos, nuevos amigos, amigos que no se irán nunca, y a veces, sólo cuando es estrictamente necesario, recuerdo a viejos amigos, amores, a todas aquellas personas que a pesar de haberse hecho un hueco cerraron la puerta.
Pero en esta nueva etapa no hay rencor, y poco a poco se va erradicando la nostalgia, pero es dificil, muy dificil, la nostalgia es adictiva y ésta combinada con la melancolía es altamente tóxica, nuclear. ¿Qué he aprendido? ¿Con qué me quedo al final de todo? Después de tanto caos y frenesí ya no sé ni qué pensar. Después de todo, esto era una lotería y conocía a la perfección mis números, pero aún así decidi jugar; los resultados son irrelevantes.
Lo he decidido, voy a hacer una tesis sobre todo lo que me ha llevado hasta aqui, todos los factores que intervinieron en el desarrollo de los hechos. Será un estudio cualitativo, o más bien cuantitativo, creo que tengo sujetos suficientes; ahora bien, mi duda reside en la metodología: ¿entrevistas?¿Cuestionarios? Todo parece tan fácil cuando se tira de teléfono, pero no, no funcionará, aún no he desarrollado las dotes cognitivas necesarias para descubrir qué pasaba por sus cabezas, qué querían, qué necesitaban y me temo que mi estudio sólo se convertiría en una sarta de teorías subjetivas-aproximativas basadas en el principio fundamental de "es así porque me da la gana". ¿Qué tipo de investigadora sería si quebrantase el rigor cuadriculado del proceso? Mejor postulo para mi sola y entierro todas estas cuestiones a 100 metros donde no pueda verlas, donde la curiosidad no las encuentre.