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viernes, 30 de octubre de 2009

El don de poder olvidar

El nihilismo de tu voz ha vuelto concéntricamente a evaporarme, justo cuando empezaba a exigir un poquito de atención, de notoriedad. Eres una burbuja que se empeña en mantenerme flotando ensimismada en un recuerdo que nada tiene que ver con la realidad. ¡Cómo te deleitas manipulando cada cuerda mientras yo intento perder la cabeza de la mejor manera posible! Vivo en un circo ambulante de payasos y adivinos disfuncionales, mientras dejo mi futuro en manos de títeres que proclaman ser salvadores, dignos, únicos. Realmente he conseguido superar el listón de patetismo establecido años atrás y he logrado poner la guinda a un pastel amargo.
Ahora, gracias a hechos desafortunados, me atrevo a coquetear con la misantropía por pereza a intentarlo una vez más, a abrir los brazos a una nueva oportunidad que ya me consume antes de empezar. No hay destino que valga, ni karma o equilibrio del cosmos; ni frases hechas, o clichés tediosos, todas esas palabras sacadas del diccionario de la autocompasión. Terapias emocionales que únicamente lo empeoran aún más. Y justo cuando piensas que no puedes ir más allá, que ya no hay vuelta atrás en esta espiral de celos, rabia y dolor, lo vuelves a hacer. Y así fue como sobrepasé el umbral de patetismo. Nadie habría pensado que hubiera uno, pero qué suerte la mía, yo di con él y saboreo cada segundo de gloria hasta que me empalague.
Hoy he vuelto a pensar en ti y sólo quiero arrastrarme de vuelta a mi escondite, a alabar la belleza del silencio y la virtud de la honestidad en peligro de extinción en pleno siglo XXI. Se calcula que dentro de 150 años el mundo se regirá por los principios de la falacia o "verdad maquillada" como muy bien les gusta calificarla a cobardes y mentirosos compulsivos. Hoy he vuelto a pensar en ti a pesar de todas las advertencias y mira qué cosas me haces decir. Consigues transformarme en todo lo que más detesto, en la versión de mí que sólo aflora cuando las demás no se atreven a dar la cara y en días como este envidio el don de poder olvidar.

martes, 20 de octubre de 2009

Cambio, compro, vendo

Vendo tiempo a cambio de compañía, unos minutos de diálogo vacío, palabras impacientes por salir de las fronteras infranqueables de mi cabeza. El precio a pagar para esquivar días entre cuatro paredes. Cambio opiniones por cordialidad, me ajusto, me adapto más de la cuenta a nuevas corrientes mendigando atención, sonidos ajenos, miradas que extraño. Vendo tiempo a cambio de otro tiempo, el que se pierde, el que no sirve de nada si no le encontramos uso, todo tiene su uso y siempre lo descubrimos tarde. Compro momentos, segundos de subsuelo que me anclen a mi nueva realidad, a la que debo abrazar, a la que debo respetar tal y como está a pesar de tener en mente algún que otro cambio. Regalo recuerdos caducos, recuerdos que se gastaron de tanto evocar y ahora duelen; ya no me pertenecen, ya no los quiero. Están almacenados en cajas apiladas en rincones abandonados, en esas esquinas que ya no sirven ni para pensar y su mera presencia estorba, incomoda, escuece.
Vendo, compro, cambio retales de sentimiento teñidos de buenos propósitos, de borrón y cuenta nueva y comienzos exprés en un lugar que parece prometedor. Me despojo de todo lo que no me obligó a quedarme y busco consuelo en la trivialidad del azar y el juicio subjetivo de la justicia. La suerte está echada.