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miércoles, 26 de octubre de 2011

Martes en la gramola: yo soy Simon, él es Lucas

Hoy he descubierto una de esas canciones que dice tanto con tan poco, "On the street where you live" a manos de Nat King Cole. Es una canción que no la buscas, te encuentra, bien sea en la radio, en el cine o incluso viendo el nuevo anuncio de McDonalds en la MTV. Nunca me he alegrado tanto de ver un payaso. No hay solo de guitarra, ni la ha versionado Justin Bieber- que sepamos-, simplemente es una de estas canciones que surgen de la nada y tienen un significado y cuando las vuelves a escuchar tiempo después te dice algo nuevo.
Éste no ha sido un martes cualquiera. Después de Nat King Cole he rescato la voz quebrada de Nina Simone. Traducir con su piano de fondo parece coser y cantar. Nunca un martes ha visto tanta genialidad junta en la misma franja horaria. Décadas después de que estas manos y estas gargantas se fundieran, su mensaje vuelve cíclico como si el tiempo escupiera recuerdos personalizados de días ya raros.
La gramola cibernauta tiene restricciones: 10 horas de música al mes. Ahora resulta que tienes que subscribirte para recibir canciones porque ni en la radio ponen las buenas. Por el módico precio de tres refrescos (dependiendo de la zona geográfica en la que te encuentres) tienes todo un horizonte musical dispuesto a trasladarte donde tú quieras; sólo tú, la canción y Facebook como fiel informador sobre la hora, artista y frecuencia de las escuchas; con suerte tendrás varios "me gusta" si el resto de los melómanos que afirman ser tus amigos son tan frikis como tú. Y ahora ese gran momento de intimidad llega a ojos y oídos de otras 200 personas. La belleza del anonimato en las redes sociales.
Por esto mismo el otro día decidí comprarme un tocadiscos. Quiero estanterías llenas de vinilos que cojan polvo todas las semanas y no me quede más remedio que pasarles el plumero los domingos. Olvidemos los ipods, mp3, mp4, Last Fm, Spotify y otros sucedáneos de música a raudales. Nada suena tan bien como Edith Piaf en su soporte original. Soul, rock, indie, pop noventero, grupos ya inherentes a ti porque los escuchas desde que tienes uso de razón. Todo puro, sin anuncios del nuevo Seat Ibiza, sin la voz chirriante de Bisbal colaborando con Miley Cyrus en su nuevo "éxito" "Te quiero forever" (es el peligro de mezclar idiomas y culturas) y sin el tonto de turno que te anima a subscribirte a la lista con las mejores canciones de la historia y considera Tokyo Hotel y Panic at the Disco un hito del rock contemporáneo. 
Me niego a educar a un niño en un mundo en el que uno de los mayores enigmas del país sea averiguar quién es Andy y quién es Lucas. ¿Cómo van a saberlo si nunca fueron capaces de distintiguir a Simon y a Garfunkel?

domingo, 9 de octubre de 2011

El melodramatismo de empeñarte en ser tú mismo

Melodrama: acción dramática. Es muy dado al sentimentalismo y a la incorporación de música. Texto hablado más música subjetiva que debe intentar reflejar fielmente lo que pasa por la cabeza de algún pobre griego que quiere casarse con su madre, no sin antes matar a su padre. 
El mundo se acaba, ya lo anunciaba Orson Welles aquel 30 de octubre por la radio. Todos cogieron sus armas y salieron más que concienciados a avasallar, a saquear hasta las piedras de la calzada. ¿Realmente somos tan fáciles de engañar? No debemos dudar del talento del señor Welles, pero debería preocuparnos nuestra estupidez. ¿Volvería a ocurrir? ?Si Belén Esteban anunciase el fin del mundo, nos lo creeríamos? Con toda certeza. Es más, para qué encender la televisión y ver el telediario, la única solución es hacer las maletas, coger a los niños y al abuelo y huir a Francia. Francia es indestructible, la torre Eiffel puede desmantelar cualquier objeto circular que se acerque a la capital gabacha. Podríamos huir histéricos a cámara rápida con la música emblemática de Benny Hill de fondo. Tus padres discutiendo, emitiendo sonidos y gestos tan agitados que apagarían un incendio en julio , atascos, violencia, horas en la carretera, todo este tiempo huyendo y a nadie se le ha ocurrido mirar por la ventana para comprobar si existe un peligro real como tal. Ni meteroritos, ni criaturas de identidad dudosa, pero ya que estamos llegando a Francia no está de más picar un croissant o un vino caliente con galletas.
Liberté, égalité et fraternité. Estos galos siempre presumiendo de elegancia y savoir-faire. Ahora toca repostar y volver a casa con cara de circunstancia, pero con el consuelo de ocupar los titulares de cientos de periódicos internacionales al día siguiente. Que no cunda el pánico porque la culpa de todo este malentendido siempre será de Zapatero, pase lo que pase en los siguientes 20 años, siempre habrá un primo al que cargarle el muerto.
El melodramatismo de empeñarte en ser tú mismo es digno y a la vez una costumbre en peligro de extinción. Hay pocos infelices que sean tan cabezones como para mantenerse fieles a su esencia. Los eruditos abogan por el cambio y la aceptación de nuevas tendencias, yo voto por la fidelidad a la estupided de uno, la materia prima que debería derrocar a los productos en serie. Ya tengo unas zapatillas made in China, prefiero una conciencia marca de la casa, con taras, pero original.
Aunque parezca lo contrario, ser fiel a uno mismo no es fácil. Cuesta mucho no eludir responsabilidades, pero al fin y al cabo es lo único que nos salva de ir a la deriva. Un poco de amor propio, gente; aceptémonos y querámomos, y quizá podamos ser capaces de tolerar al resto de la humanidad. Es una filosofía simple, y aun así, poco factible, no mientras abunden instituciones de dudosa autoridad y falsas creencias que impulsan una involución social inminente. Involución, eso sí que da miedo. Ya véis, no hacen falta armas ni seres superiores para transmitir pavor. Están cerca, vienen volando en palomas de cuello vuelto y siempre se recortan la barba antes de hablar.