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martes, 7 de diciembre de 2010

Peter Pan

Hoy es uno de esos días en los que te das cuenta de que te vas haciendo mayor; reniegas, es lógico, pero asúmelo, el tiempo no suele quedar para tomar café y cotillear sobre los idilios de gente anónima que pierde paraguas en los momentos más inoportunos, el tiempo simplemente pasa, en todas las acepciones posibles del verbo pasar. Transcurso, entrada o ignorancia...todas admitidas.
Pero hacerse mayor tiene un precio, crecer no es sólo dar el estirón y presumir de atributos. Crecer supone tomar decisiones, correctas, incorrectas...no es relevante, se toman que no es poco. Hacerse mayor conlleva interesarse por los planes de pensiones sólo "pa porsi"; conlleva pensar en tonterías como un lugar estable donde vivir,hijos,mujer hipotética, medias naranjas, pomelos que se hacen pasar por naranjas... carreras, negarse a opositar porque la traducción audiovisual sigue siendo un sueño factible, aunque no a corto plazo. Hacerse mayor tiene obligaciones, por supuesto, entre ellas hacer cola en el auditorio municipal para pillar buen sitio y poder grabar a tu sobrina vestida de campana en la función de Navidad del colegio y ser consciente de que a esta primera función le seguirán otras 6 más de temática similar pero distinto disfraz, ante todo originalidad. Hacerse mayor tiene el requisito fundamental de fabricarse un corazón a prueba de bombas, o de pomelos más bien. Tienen su encanto al principio, pero luego dejan toda la zona avinagrada. 
Nadie dijo que hacerse mayor fuera fácil, es obligatorio, eso sí, pero fácil, lo que se dice fácil....El problema es que nos empeñamos en hacer un drama de todo. Propongo hacernos más pequeños conforme nos hacemos más grandes; es simple, vayamos al trabajo de lunes a viernes, busquemos camorra en la autopista por no haber cedido el paso o quememos el asado justo una hora antes de que tu madre vaya a cenar a casa un domingo por la noche, pero comamos chicle en las reuniones, saltemos en el ascensor para emparanoyar al tío del traje de la última planta, decoremos cada rincón de la casa cuando se acerque la Navidad y durmamos con patucos de punto hechos por tu abuela con todo su amor, pero tres números más grandes "es que tienes que crecer" te dirá ella con las gafas apunto de caerse del sofá; nunca puede usar el cordón que le compró tu madre. Ya ves la catástrofe y el desembolso absurdo por la misma imprudencia de siempre.
Compremos chalets adosados en las afueras, tengamos 1, 2 o 3 labradores para que corran con los dos hijos hipotéticos que siempre dirán que sus madres no les entienden y "no están en la misma onda", tengamos dos coches, un turismo para los viajes a casa de tu madre y el más cómodo para las emergencias y uso diario. Pero nunca me obligues a dejar de aplaudir cuando vea fuegos artificiales, no me juzgues por usar gorros extraños y guantes-manopla que ocupan medio bolso; no me regañes por no llevar un paraguas cuando es más que evidente que va a caer agua a raudales y no me bajes la música cuando esté con los ojos cerrados porque me asustas y me da mal rollo.  En resumen, cuidemos al niño que tenemos dentro y protejámoslo del adulto sedentario que ya lo tiene todo hecho.
Hoy es uno de esos días en los que te das cuenta de que te vas haciendo mayor. Corre, apaga la luz y vete a la cama, mañana ya se te habrá pasado.