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domingo, 13 de diciembre de 2009

Mortadela biónica, sueños recurrentes y otras armas de destrucción masiva

En las noches de aburrimiento soberano aflora la sensación inquietante de dejarse llevar y descubro que el suicidio colectivo no es tan mala opción después de todo. El brevaje está en proceso, el refrigerio perfecto: mortadela biónica sazonada con pimienta verde empalada en pan de molde mohoso que servirá de edredón provisional, mientras que en la nevera, aguarda con impaciencia el elixir que deberá transportarme al olvido; el colocón supremo maquillado de brotes esquizofrénicos de conformismo.
Con las manos en los bolsillos y la mente puesta en vitrocerámicas de papel maché, lentamente herviré pensamientos, calentaré ideas que se enfriarán en horas diseñadas para perderse en instantes intermitentes de arrebatos programados. Todo estará en calma mientras el monstruo asuste. Cuento sus alaridos y ya ascienden a cuarenta; cuarenta por minuto y las cuerdas vocales se mantienen intactas.
Colocada de palpitaciones y corazonadas, decido encerrarme en mi laboratorio de catástrofes particulares y repaso uno a uno los puntos a favor y en contra para fabricar sueños recurrentes y otras armas de destrucción masiva. Por fin he dado con la receta y los ingredientes perfectos:500 gramos de ingenio, un litro de líquido ocular, un kilo de imágenes restrospectivas y una pizca de deseo molido, todo ello triturado con la más abosoluta determinación de encontrar esa vuelta de tuerca que debería marcar el punto de inflexión. Pero, ¿qué punto de inflexión? ¿Qué hay que inflexionar cuando la línea es tan perfecta?
He escondido los espejos para evitar miradas impertinentes, miradas inquisitivas que se creen con derecho de campar a sus anchas en un rostro que las rehuye. En estas horas en las que nunca me entiendo, he aprendido a inventarme latidos, viles impostores que tienen como objetivo suplantar a los originales, estos clones árticos que necesitan un estímulo para copiar reacciones acarician los ventrículos de tal forma que la suplantación es prácticamente perfecta. Pero es lo único que conozco. Es lo únco que hay y ha habido siempre. Juego, platonismo y utopía. La ecuación derivada de un ser a medias. El "quiero y no puedo" por fin ha logrado levantar su imperio y la reconquista parece inviable, al menos hoy, cuando nada funciona como debería y todo está fuera de lugar.
Mortadela biónica, sueños recurrentes y otras armas de destrucción masiva y un sofá y una manta y dos ojos que nunca dejaron de buscar.

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