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jueves, 12 de agosto de 2010

Agujeros, vacíos y rompeolas

El agujero se abre más y más y arrastra consigo todo tipo de objetos. Del interior sale una luz verde que hipnotiza, no la miréis durante más de un segundo, querréis saber lo que hay dentro. ¿Tendrá fin? ¿Es sólo vacío temporal en el que no existe realidad alternativa ni posibilidad de huir hacia un capítulo más de otro de esos misterios que nunca se revelan? Momento diván con el agujero antes de ceder a la gravedad y caer en plancha sin ningún intento de planear. Un esqueleto cubierto por su cuerpo cayendo a velocidad de humanoide y los dedos arañan el aire como un papel cortado en tiras; inservible, confidencial, descompuesto.
¿Acaso el agujero es la vuelta al orígen? Posición fetal en el sofá antes de decidir, temor ante la posibilidad de volver a rodearnos de placenta y células madre que salvarán la vida a nuestro hermano terminal. Monjas y monaguillos tiemblan de alegría reprimidos. En sus cabezas ondea el deseo de una segunda oportunidad, pero lloran, mucho, a mares, a raudales, ¿de qué? De impotencia, el karma no existe, la reencarnación es un rumor nocivo, una práctica hereje en un mundo acostumbrado a dudar de todo y a escapar de lo "moralmente" incorrecto.
De repente este agujero se les antoja la excusa perfecta para deshacerse de toda la calaña que predica perversión e innumerables actos pecaminosos predispuestos a cabar con todo. Tanto amor, tantos seres y tan sólo una forma adecuada de sentir, de abrazar. ¿Qué hacemos con los invertidos? ¿Será el agujero lo suficientemente grande para los millones de inmorales que se atreven a desafiar la ley única?
Esta noche he sentido el impulso de tirarme de cabeza y callar unas cuantas bocas, complacer al Papa, a las monjas de la caridad y a todos los bienaventurados que "únicamente quieren repartir amor y la palabra del Señor". Esta noche realmente quise zambullirme en la oscuridad, pero al asomarme vi un letrero enorme de neón que decía:
NI DE COÑA.

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