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miércoles, 27 de julio de 2011

Mis mujeres prohibidas

Mis mujeres prohibidas se camuflan en sombras que maquillan intentos. No tienen la culpa de ser tan distraídas, no saben lo que hacen, pero sin querer tejen redes defectuosas. No es bueno combinar ocio con feromonas, ni feromonas con charlas miscellaneous en teclados cojos. Las letras se acaban desgastando y se niegan a seguir proyectando frases subliminales.
En cuanto a mí, mi intención siempre ha sido la misma: conservarlas. Lograr retenerlas el máximo de tiempo posible para poder descifrar cada uno de sus sabores.Era un estudio meticuloso y muy serio, pero nunca tuve en cuenta las variables, esos agentes externos que terminaban desmoronando el marco teórico. La práctica es siempre lo más difícil.
He dedicado años a hacer espacio para guardar miles de datos que no llegaron a ningún lado. He almacenado canciones, anécdotas de diferentes grados de intimidad para una vez más volver a resetear. 
Ninguna de vosotras deberíais seguir aquí; y sin embargo os recuerdo, de la única forma que sé y nadie entiende. Elegid cualquier palabra, es vuestra, juntadla con otras cuantas y obtendréis un poema, o una frase existencial en el apartado de un cuaderno escrito al revés. Pero las palabras nunca hacen justicia, van ligadas a sentimientos que pertenecen a un arrebato. Si pudiera os reescribiría a todas y os acabaría a mi manera, pero el tiempo volvería a rediseñaros y todo habría sido en vano. Reinventarse suele ser siempre muy tedioso.
Mis mujeres prohibidas han conseguido sobrevivir y encontrar su sitio en la maraña de las casualidades. Han sucumbido a caprichos más espontáneos y gratificantes sin reparar en lo curioso de las estadísticas.
Yo sólo quería detener el mundo y moldearlo con ellas.

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