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lunes, 27 de julio de 2009

A grandes rasgos

Tras una nueva perspectiva alejada del subidón del momento y del cansancio marcado en mis huesos, he decidido hacer balance a cinco días de imsomnio, música atronadora y un contacto demasiado exhaustivo con vecinos procedentes de la pérfida Albión. He tenido una semana para pensar largo y tendido sobre una experiencia que "todos debemos pasar una vez en la vida" según palabras de aficionados a las aglomeraciones y sólo se me ha ocurrido preguntarme "por qué?". ¿Por qué dormir una media de 3 horas diarias? ¿Por qué hacer colas interminables hasta para lavarte los dientes? ¿Por qué soportar empujones, puñetazos, guiris borrachos y asalvajados? ¿Por qué fui capaz de montar dos veces nuestra "casa" improvisada con la incertidumbre de si la siguiente noche volvería a desmoronarse? ¿Por qué no me importó alimentarme única y exclusivamente de sándwiches monocondimentados y sobaos a palo seco? ¿Por qué resisti una exposición al sol demasiado alta para lo que estoy acostumbrada?
Pues muy sencillo: porque de todo se aprende y estos cinco días me enseñaron que no podría haber tenido una experienca mejor y porque soy joven y antes de que pueda decir lo contrario, nadie debería perderse la oportunidad de castigarse un poquito para celebrar que podemos castigarnos que podemos sentir dolor, cansancio y satisfacción, todo en cuestión de segundos porque cuando miles de personas sin relación aparente saltan y cantan al unísono el suelo no es lo suficientemente grande para acogernos a todos.

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