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jueves, 13 de agosto de 2009

Rayos y centellas

Truenos y relámpagos y una tranquila tarde de jueves se convierte en una tarde shakespiriana con sus tragedias y comedias, su cócktail vertiginoso de destino certero, designios caprichosos, sed de venganza y frascos de veneno recién exprimido listo para consumir. Todo da vueltas; estoy naufragando hacia islas desiertas con el miedo inevitable a despeñarme y no sé si encontraré el camino de vuelta a casa, no sé si quiero volver a casa. Cae el agua como si no costase, cae tan fuerte que erosiona el aire; yo quiero formar parte de ese aire, sentir cómo me fundo entre la lluvia, coger mi libro de conjuros y otras cosas extrañas y leerlos en voz alta en medio de un círculo improvisado hecho con piedras en medio del campo.
Sí, definitivamente es una buena tarde para disfrutar de la excentricidad, para pensar más de la cuenta e idear estratagemas, fantasear con la delicada Portia y sus tres cofres o impedir que Romeo beba ese veneno. Faltó tan poquito para que se encontraran...Cualquier cosa para demostrar que no soy una causa perdida, un alma descarrilada que siempre debe salir por la puerta de atrás. No obstante, el estruendo de los truenos me devuelve a la realidad y el eco me recuerda al oido que nací para escribir historias no para vivirlas, me repite que debo permanecer inmóvil, en silencio porque hablar siempre hace daño y medir las palabras es un arte místico que tan sólo unos pocos privilegiados dominan y yo no me encuentro entre ellos.
Se acerca el punto álgido, el cúlmen de la paranoia y no puedo escapar de la tempestad, el frasco de veneno encima de mi mesilla es muy tentador y la soledad se ha convertido en un hábito. El tiempo parpadea tan despacio que se pierde muchas cosas. Se ha perdido tantas cosas que el balance, como siempre, sale negativo pero la rutina y el ocio forzado lo hace más fácil tras el susto inicial.
Y ahora que la tormenta parece amainar, mi sentido común me da un toque de atención para que deje de divagar. Sólo necesitaba un subidón de dramatismo y azar caprichoso para saber quién soy y dónde me encuentro. Dejo atrás acantilados y criaturas maquiavélicas para centrarme en recuperar mi anormal normalidad.
Ser o no ser no es la cuestión, la cuestión, amigos míos, es querer ser.

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