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lunes, 1 de junio de 2009

¿Qué te impide hacer lo correcto?

"Echaba de menos el sonido del timbre" le dijo la mujer de 71 años a su nieta mientras limpiaba el polvo de la puerta y no pudo evitar pensar que podría hacer más de lo que hasta ahora había hecho. De repente, se dio cuenta, lo vio claro y se sentía avergonzada por haber abandonado a esa mujer, esa misma mujer que preparaba el Cola Cao perfecto: con grumos, pero no demasiados, de esos que saben a leche.
¿Cómo había estado tan ciega? ¿Tanto habían cambiado las cosas? Pero si es ella, siempre ha estado ahí, esperándote. Nadie es perfecto y quizás no sea la mejor mujer del mundo, pero está ahí, y nunca había estado tan sola. Todo es diferente para ella. Ella se aferra a ese abrazo que recibe de cuando en cuando y lo atesora, te agarra bien fuerte porque sabe que te marcharás lejos durante mucho tiempo.
Todo está cronometrado y el peso del adiós cae grano a grano en ese reloj de arena que ahora es su vida y tú no lo ves porque sólo te preocupa el aqui y el ahora y pasas por alto esos pequeños detalles que te atormentarán después. "Podría hacerlo mejor, mucho mejor. Podría ser mejor persona. Podría quererte un poquito más."
De nuevo, es hora de despedirse y ella prácticamente te suplica que vuelvas a visitarla antes de irte, y tú, dubitativa, le prometes que lo intwntarás, pero andas liada. Dos versiones, dos mirillas que se oponen: la puerta se cierra tras su espalda y una bocanada de soledad la empuja contra la pared, mientras se acerca a la ventana con la esperanza de verte marchar, de ver cómo te das la vuelta para saludarla con la mano y le lanzas un beso, pero estás con el móvil y te esfumas sin más, ya llegas tarde.

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